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Que pase el que sigue

Julio 2014

La periodista e intelectual española Pilar Rahola cuenta en uno de sus escritos que los mineros, hasta bien entrado el siglo veinte, solían utilizar canarios en las profundidades de la tierra. Sabiendo que las aves son más sensibles que el hombre a los gases venenosos, los mineros podían huír de las minas a toda velocidad si veían que los canarios se asfixiaban. Rahola sostiene, que el pueblo judío y el Estado de Israel, son los "canarios" del mundo, expuestos -antes que ningún otro- a los embates del terrorismo internacional.

Pocos días después de los terribles atentados del 11 se setiembre del 2001, la cadena CNN entrevistó a Efraim Sné, por entonces Ministro de Transporte israelí. Se le preguntó si los atentados en EEUU cambiarían los procedimientos de seguridad en el Aeropuerto Ben Gurión. Sné respondió de manera lacónica: "Nada va a cambiar".

Sné no pecaba de negligente. Por el contrario, los rígidos controles en la terminal hebrea (y los de cada vuelo que viaja hacia Israel) estaban vigentes desde hacía varias décadas. Hoy quien aborda un avión en Nueva York o en cualquier otro aeropuerto americano, debiera saber que el "canario" de la seguridad aeroportaria fue Israel.

Otro ejemplo. Los aviones civiles israelíes disponen de sistemas antimisiles en sus fuselajes, como consecuencia del fallido atentado contra una aeronave de la empresa Arkia en Noviembre del 2002 en Mombasa (Kenia). Cuando hace dos semanas un avión de Malaysia Airlines fue derribado por un misil tierra-aire en cielo ucraniano, seguramente más de uno habrá entendido nuevamente la parábola del canario de Rahola. No me caben dudas que en pocos años –sino meses- los sistemas antimisiles vendrán integrados a toda la aviación comercial.

"Que pase el que sigue", no pretende ser una bravuconada, ni una invitación a pelear. Significa que detrás de Israel, vendrá alguien. Será inevitable. Lo que ocurre en Gaza por estos días se víncula con el conflicto israelí-palestino sólo tangencialmente. Si hacemos zoom out, veremos que esta última escalada en Israel y en Gaza se enmarca dentro del plan de la Jihad mundial en su lucha contra los valores occidentales. Israel para ellos es el "Pequeño Satán"; EEUU, el "Gran Satán". Europa –cuando se despierte- descubrirá que es el "Satán Mediano". Ésto se inicia en Gaza pero alguien camina detrás del canario.

Quien –por éstos días- está atento a los instructivos del Pikud Ha-Oref, el Comando de Retaguardia israelí, conoce prácticamente de memoria el mapa con los radios de alcance de los misiles del Hamás. Se trata de un croquis con áreas concéntricas: quince segundos para buscar resguardo en Sderot, treinta segundos en Ashkelon, cuarenta y cinco segundos en Ashdod y un minuto en Beer Sheva...

Por estos días, alguien está dibujando un nuevo mapa. Y si no lo dibuja, tal vez lo esté soñando en sus peores pesadillas. Tal vez los números no sean tan precisos ni tengan resolución en segundos, pero países como Egipto, Jordania, y varios otros de Europa, comienzan a entender que la Jihad –como una gigantesca ola de tsunami- va por ellos.

Tal vez sean dos años para Egipto, Jordania y Arabia Saudita. Diez años para Francia y Holanda. Otros tantos para Inglaterra. Los áreas concéntricas de alcance, como en el croquis del Comando israelí, se acortarán, extenderán o desaparecerán en función de las condiciones en las que concluya este nuevo conflicto entre Israel y el Hamás.

Los tiempos que corren exigen un liderazgo maduro y valiente. Un liderazgo con visión, que sepa separar la paja del trigo, y que entienda –y haga entender a sus pueblos- que bregar por el bienestar palestino y justificar al Hamás son dos causas irreconciliables. No se puede proteger al rebaño y –al mismo tiempo- alimentar a los lobos. Nada bueno puede salir del Hamás.

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Al inicio del libro de Devarim (Deuteronimio) Moshé rememora días antes de su muerte los sinsabores de la travesía de cuarenta años por el desierto.

La gran tragedia de la generación del desierto fue el abismo que separaba a la dirigencia del pueblo del ánimo popular.

Moshé soñaba con la Tierra de Israel; su pueblo quería regresar a Egipto.
Moshé bregaba por la Torá; su pueblo bailaba alrededor del becerro.
Moshé miraba hacia adelante; su pueblo miraba hacia atrás.

Moshé no logró ver coronada su colosal obra; tal vez por éso su vida tenga tantos ribetes trágicos. Sin embargo, su visión triunfó con el paso de los siglos. El pueblo hebreo finalmente se aglutinó alrededor del mensaje divino que él mismo recibiera en Sinaí, y transformó a la tierra de Abraham, Itzjak e Iaakov en su hogar nacional.

Si Moshé, arquetipo del profeta, no logró zanjar en vida este abismo entre su visión y la de su pueblo...¿qué podemos esperar de Abdelfatah Al-Sisi, presidente de Egipto o de otros mortales que lideran el destino de Europa?

Claramente ellos entienden el peligro que se avecina; ven venir la ola del tsunami. Pero...¿cómo pretender que tengan actitudes más decididas frente al terrorismo del Hamás cuando gran parte de sus pueblos consumen basura propagandística de Al Jazeera y sus acólitos?

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Cuando una rana cae en una olla de agua hirviendo huye despavorida. Pero si se coloca a la misma rana dentro de una olla con agua a temperatura ambiente, y se eleva progresivamente la temperatura del agua, la rana finalmente terminará cocida.

¿Por qué la rana no se escapa?

Ante todo, porque no advierte que está en peligro y no tiene capacidad para advertir cambios progresivos en su entorno. Pero fundamentalmente no escapa, porque cuando "entiende" que debiera hacerlo, ya no puede huír.
Son muchas las naciones de Europa que se vienen cocinando a fuego lento desde hace años. En Sudamérica ocurre lo mismo. Tienen la propaganda de la Jihad mundial enquistada en vastos sectores de la prensa y de la izquierda "progresista". Su propaganda se viraliza a través de las redes sociales.

En Medio Oriente, Egipto ya se cocinó, y –rápido de reflejos- pudo escapar momentáneamente. Arabia Saudita y comienza a entender que el problema del Medio Oriente no es Israel y ya comienzan a alzarse voces a favor de la normalización.

Los líderes comienzan a entender pero los pueblos no siempre comparten su visión. Esa es en parte la tragedia de nuestra generación, tal como ocurrió con Moshé y la generación del desierto.

Mientras tanto -por los pasillos del mundo- seguiremos escuchando "¡Que pase el que sigue!". Son muchos los que aguardan en la sala de espera.

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