Torá en Español
Iom Hakipurim
Hebreo soy
El escritor Isaac Bashevis Singer cuenta una anécdota acerca de un humilde judío que visitó por primera vez la ciudad de Vilna, y al regresar conversaba con su amigo de toda la vida:
‘¿Y? ¿Qué te pareció Vilna?’.
"No lo creerás", le dijo el viajero. "Pero he visto allí a un judío que corría a diario detrás del dinero. He visto a un judío que corría detrás de cada pollera que veía por la calle. He visto un judío levantar la bandera de la revolución y he visto un judío observante que se abstenía del contacto con mujeres".
"Bueno...no sé que tanto te sorprende", le dijo el amigo. "Vilna es una ciudad con muchísimos judíos, muchos más que esos cuatro que has visto".
"Creo que no has comprendido bien", le dijo. "No eran cuatro, era el mismo".
....
Y en realidad así somos casi todos...Y a menudo nos preguntamos cuál es la faceta real entre todas nuestras facetas.
¿Somos quienes buscamos la continua superación profesional o laboral? ¿Somos quienes buscamos con desenfreno la acumulación de riquezas y dinero? ¿Somos quienes corremos en pos de placeres efímeros y fugaces? ¿Somos quienes anteponemos nuestros ideales a nuestra superación, nuestra riqueza y nuestros placeres?
¿Es que hay que optar? ¿Somos cuatro o somos uno?
Alguna vez escuché definir a este fenómeno como la "Cultura del Windows".
Existe en el programa Windows una cualidad digna de destacar. Podremos tener varias ventanas "activas" en nuestra computadora y a la vez decidir cuál de ellas permanece en pantalla, y cuál de ellas permanecerá minimizada en el borde inferior de la misma.
Tal vez también nosotros, en estos tiempos que corren, nos hemos "programado" a imagen y semejanza del Windows.
¿Cuántas horas, días y semanas al año dedicamos a la experiencia judía? ¿Acaso el componente judío de nuestra vida no es similar a una ventana minimizada en un rincón de nuestra existencia? ¿En qué momento decidimos maximizarla?
A través de su anécdota, Isaac Bashevis Singer da testimonio de que este conflicto ya existía en los albores del siglo veinte. Sin embargo, no siempre existió para el judío tamaña fragmentación de la identidad. Un ejemplo interesante se puede encontrar en la historia del profeta Ioná.
Ioná fue envíado por Di-s a la ciudad de Ninive para anunciar su destrucción. No obstante, agobiado por la responsabilidad que había recaído sobre él, el profeta decide huír. Sube a un barco en el puerto de Iafo y se hace a la mar. De acuerdo a nuestros Sabios, Ioná subió a aquella nave convencido de que Di-s jamás habría de manifestársele fuera de la Tierra de Israel (Mejilta, Bo). Sin embargo, en altamar, aquel barco se topó con una feroz tormenta e Ioná comprende enseguida que el hombre no puede huír del deber que le fue encomendado desde el Cielo.
En ese punto de la historia, el libro de Ioná reproduce un interesante diálogo entre el profeta y sus compañeros de barco. Aquellos también comprenden que dicha tormenta era un designio celestial y comienzan a buscar al culpable de la ira divina. Es entonces que deciden arrojar suertes para desenmascarar al responsable y esta cae en la porción de Ioná.
Al ver que la suerte cayó junto a Ioná, sus compañeros le preguntan: "Dinos, por favor, quién es el responsable de este mal que está sobre nosotros. ¿De qué te ocupas, de dónde vienes, cuál es tu país, y de qué pueblo procedes?" (Ioná 1, 8).
La respuesta de Ioná es destacable: "Y él les respondió: 'Hebreo soy, y temo al Eterno, el Di-s del cielo, que hizo el mar y la tierra seca" (1, 9).
Lo interesante en este diálogo es que los viajeros comenzaron preguntando a Ioná acerca de su oficio (¿De qué te ocupas?), pero el profeta parece no responder en consonacia con dicha pregunta. Él no dice "Soy carpintero", o "Soy zapatero"; ni tan sólo "Soy profeta". Su respuesta es "Hebreo soy". Soy judío. Todo mi ser respira judaísmo. En mi vida –pareciera decir Ioná- no existe una categoría llamada "Oficio" y otra llamada "Nación". Soy uno. Mi identidad no está fragmentada. "¡Hebreo soy!".
El Prof. Ishaiahu Leibobitz cuenta en uno de sus libros acerca de un intercambio epistolar que tuvo con Shmuel Iosef Agnón.
Agnón le preguntó en una ocasión por qué razón –de acuerdo a su parecer- se debilitó la fuerza de la Torá en el seno del pueblo de Israel.
¿Cómo es posible –preguntó Agnón- que por siglos y generaciones, sin imposición ni poder policial, las multitudes de Israel se sintieron comprometidas con el camino de la Torá? ¿Por qué dicha fuerza se debilitó tanto en nuestros días?
El Prof. Leibovitz le respondió: "Estás formulando una pregunta enorme, y ya que la has formulado en pocas lineas, también te responderé en pocas palabras. La fuerza de la Torá se debilitó cuando el judaísmo se transformó en una profesión".
Uno de los males más extendidos del mundo judío contemporáneo es la definición del Judaísmo como "Oficio". El judaísmo es una casilla más en nuestra cargada agenda semanal.
Domingo 10 de abril – Dentista
Miércoles 6 de julio – Reunión en la Oficina de la Compañia de Seguros.
Lunes 30 de agosto – Acto escolar en el colegio de los chicos
Jueves 10 de Tishrei - Iom HaKipurim – "¡Hebreo soy!".
Se que podrá sonar algo cínico, pero este fenómeno existe.
En este día de Iom HaKipurim no hay hombre o mujer de Israel que este libre de este pecado . La lectura del Vidui en Iom HaKipurim nos da la pauta de cuán complejo y polifacético resulta ser el vivir como judío.
Si fracasamos este año no es sólo por no haber cumplido rituales como judíos. Estamos en deuda por no haber encarado nuestras relaciones comerciales como judíos, por no vincularnos con nuestro prójimo como judíos, por no cuidar nuestras lenguas como judíos (Fracasamos, incluso, al no conducir en las calles como judíos).
El "Hebreo soy" de Ioná no admite fragmentación. No se puede comer kasher y hablar taref. Comportarse como judío es un imperativo de jornada completa.
Quiera Di-s iluminarnos para asimilar este mensaje. ¡Jatimá Tová!