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Torá en Español

Old Hebrew Prayer Book

Parashat Ekev

Dios olvidado

Cuando Samuel Morse inventó el telégrafo hace más de cien años, las primeras palabras que envió por cable fueron: ‘Ésta es obra de Dios’. Cuando en el año 1969 Neil Armstrong pisó por primera vez el suelo lunar, dijo: ‘Este es un pequeño paso para un hombre, pero un paso gigantesco para la humanidad’.

El Rabino Harold Kushner nos cuenta esta anécdota en unos de sus libros y nos hace notar quién es el personaje olvidado cuando se trata de las maravillas del siglo 20.

Cuando, preso de la emoción, Neil Armstrong habla de su impresionante logro, olvida a Dios y pone en el centro de sus palabras al hombre y al género humano.

El hombre contemporáneo ha obligado a Dios a bajar del pedestal, y –atrevido como jamás lo ha sido en la historia- se ha posicionado como amo y señor de toda la humanidad.

El progreso y el bienestar económicos puedes ser enemigos mortales de la revernecia porque constituyen la celebración del vigor y de la fuerza del hombre.

Y aun cuando creo que Dios se alegra enormemente viendo al hombre progresar y enriquecerse (por algo nos ha prometido una tierra de leche y miel, trigo y aceites), creo también que Su tristeza es mayúscula cuando observa que este avance lesiona la devoción humana y nos transforma en pequeños seres con corazones irreverentes.

Rabí Simja Búnem de Pshisja, solía decir que el hombre debe tener en sus pantalones dos bolsillos. El uno que diga: ‘Para mí fue creado el mundo’ y el otro que diga: ‘Soy sólo polvo y cenizas’.

Y si durante generaciones el hombre ha temido a Dios, hoy es Dios quien teme al hombre y se horroriza con sólo pensar que éste pueda zurcir este segundo bolsillo y gritar a viva voz ‘PARA MI FUE CREADO EL MUNDO’.

Por ello, atendamos al consejo que nos da nuestra Parashá: ‘Cuídate por si olvidas al Eterno, tu Dios, para no cuidar Sus mandamientos y Sus ordenanzas, y Sus leyes...Quizá comas y te sacies, y buenas casas edifiques y habites...y digas en tu corazón: Mi fuerza y el vigor de mi mano hizo para mí esta riqueza’ (Devarim 8, 11-14).

Porque si bien es cierto que ‘El mundo fue creado para nosotros’, no menos cierto es que ‘No somos sino ‘polvo y ceniza’.

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