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Torá en Español

Old Hebrew Prayer Book

Parashat Emor

A imagen de Dios

‘Y a los hijos de Israel hablarás diciendo: Todo varón que maldijere a su Dios, cargará su pecado...Y el varón que matare a hombre alguno, matar será matado. Y el que hiriere alma de animal, la pagará, alma por alma’ (VaIkrá 24, 15-18).

Quisiera hacer hincapié en la progresión de estos versículos:

Ante todo la advertencia a aquel que maldice a Dios. Luego, se advierte a aquel que asesina a su prójimo. Por último a aquel que mata a un animal.

¿Por qué mezclar a Dios con humanos y bestias? ¿No merecería citarse la blasfemia a Dios en una sección separada?

Rabí Mordejai Kamenetzky responde a este interrogante citando una anécdota en la que se vio envuelto Rabí Ionatán Eibshitz de Praga:

Se cuenta que Rabí Ionatán se vio forzado a pasar un Iom HaKipurim fuera de su casa.

Sin revelar su identidad, llegó la noche de Iom HaKipurim a la sinagoga de una pequeña aldea y miró a su alrededor para encontrar un lugar apropiado para rezar.

En el centro de la sinagoga, observó a un hombre que sacudía su cuerpo con fervor y lloraba mientras rezaba.

Ya al lado del hombre, Rabí Ionatán rezaba inspirado por la plegaria de aquel judío: ‘Soy ante Ti, Dios, cual frágil vasija de barro; ¡cuánto más frágil seré a la hora de mi muerte!’.

A la mañana siguiente, Rabí Ionatán volvió a buscar a este hombre con la vista y nuevamente se sentó a su lado.

Llegado el momento de la Lectura de la Torá, un hombre es llamado a la Torá en primer lugar. Este ‘piadoso’ judío, se levantó de su sitio y comenzó a gritar: ‘¿¡Él antes que yo?! ¡Soy mucho más sabio que él! ¡Mi familia es más ilustre que la suya!’. La sinagoga permaneció callada; Rabí Ionatán con podía creer lo que estaban viendo sus ojos.

‘No entiendo’, le dijo Rabí Ionatán. ‘Hace un rato usted lloraba por la fragilidad de su existencia....¿Y ahora se pelea por honores?’.

‘¿Qué está diciendo?’, le respondió el hombre. ‘Comparado con Dios soy nadie...¡¡Pero no comparado con ESE!!’.

Un viejo dicho dice que todos amamos a la humanidad. Al que nos cuesta amar es al vecino.

De la misma forma podríamos decir acerca del amor a Dios; el amor a Dios, es difícil de demostrar. Por ello que la Torá ubica a Dios en esta advertencia junto a los hombres y a las bestias. Y Dios no se ensucia por ello. Amar y respetar a sus criaturas, es amarlo a Él.

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