Parashat Bereshit
Podar, cosechar, sembrar
Uno de los conceptos más complejos de entender de toda la Torá, aparece en los primeros versículos de la Torá. Allí se nos dice que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza.
¿Cómo es posible estar hecho a imagen de Alguien que no tiene imagen? ¿Cómo es posible ser semejante a alguien que no tiene cuerpo, ni manos, ni mirada ni expresión en el rostro?
Ya nuestros sabios se confrontaron con esta pregunta en el Talmud, en el Tratado de Sotá (14a).
Ser similar a Dios –se nos dice allí- es imitar Sus atributos.
Así como Dios vistió a los que no tenían ropa, cuando dio vestimenta a Adam y a Java, así también nosotros debemos proveer de vestimentas a los necesitados.
Así como Dios fue a visitar a los enfermos, como cuando bajó hacia Abraham después de su berit milá, así también nosotros debemos hacerlo.
Así como Dios dio consuelo a los dolientes, como cuando bendijo a Itzjak después de la muerte de Abraham, así también debemos obrar nosotros.
Así como Dios se ocupó de aquellos que abandonan este mundo, como cuando sepultó a Moshé Rabenu, así también debemos imitarlo.
¿Qué tal si imitamos a Dios?, nos propone el Talmud.
...
Si leemos las primeras páginas de la Torá, vemos que Dios se presenta a Sí mismo "vestido" de jardinero.
‘Dios estableció un jardín en el Eden, y estableció allí al hombre que había formado. Hizo brotar Dios desde la tierra todo árbol deseable a la vista para comer y el árbol de la Vida estaba en el medio del jardín, así como el árbol del conocimiento del bien y del mal...Tomó el Eterno Dios al hombre y lo estableció en el jardín del Eden para cultivar y cuidar su tierra’ (Bereshit 2 , 8-9, 15).
Hace algunas semanas, en mi visita periódica a la peluquería, leía en una revista –mientras esperaba mi turno- algunos consejos interesantes de jardinería que bien podrían aplicarse en nuesta vida cotidiana como judíos.
Primer consejo: ‘Siempre plante por lo menos una verdura nueva que no haya plantado el año pasado’.
¿Qué tal si nos proponemos durante este nuevo año cumplir una nueva mitzvá o encarar un nuevo proyecto?
¿Qué tal si de una buena vez por todas nos proponemos enriquecer nuestro propio universo espiritual como humanos y como judíos?
Del jardín debemos aprender que lo peor que le puede pasar a una persona no es morir, sino vivir muerta.
Sin estilo,
sin perfume propio,
sin movimiento.
Segundo consejo: ‘Comparta su jardín. El verdadero jardinero cultiva tanto las personas como las plantas’.
Compartir el jardín es aceptar que somos bendecidos cotidianamente con lo que brota de su tierra y que esta bendición se multiplica cuando somos capaces de partirla y compartirla con los que menos tienen, con los que necesitan y esperan.
Hacer Tzedaká, es una acción concreta y no una reflexión teológica.
Es abrir la mano al que necesita y entender que cuando se da, se gana más de los que se pierde.
Tercer consejo: ‘Lea usted un libro de jardinería al comienzo del año’.
Abramos las puertas de nuestras bibliotecas para sambullirnos en el manantial de aguas frescas de nuestra tradición y regar con éstas la aridez de nuestra vida judía.
Dediquemos un tiempo al estudio de la fuentes judías, y visitemo en lugares donde los valores judíos se vivan con pasión.
Sostengamos el desafío de leer un Libro de Jardinería Judaica al empezar este año.
Y un cuarto y último consejo: ‘Elimine toda la mala hierba de su jardín al terminar el invierno, cuando el jardinero tiene aún energía y voluntad, para evitar que estas hierbas crezcan o se expandan y arruinen el resto de su jardín’.
Así como en la naturaleza hay ciclos y estaciones, también en la jardinería del espíritu hay un tiempo para cada cosa.
Los Iamim Noraim, que acabamos de finalizar, son las grandes oportunidades que Dios nos dio para 1impiar nuestro jardín. Liberarnos de aquello en lo que nos equivocamos y que nos disminuye como personas, como judíos, como flores en este jardín de lo humano.
Remover las malezas, los yuyos, atacar con firmeza las plagas.
Podar,
recortar,
limpiar;
abrir caminos,
preparar la tierra para un nuevo año, una nueva siembra, una nueva cosecha.
Que las malezas y los yuyos que arrancamos de nuestra vida durante el mes de Tishrei nos permitan renacer en este año que se está iniciando y lo transforme en un año bendiciones repleto de flores hermosas, coloridas y aromáticas.