Torá en Español
Iom Hakipurim
La última flecha
Un cazador estaba perdido...
Los caminos serpenteantes del bosque lo habían confundido y ahora caminaba con cuidado, con el arco en la mano y la flecha dispuesta a atacar cualquier peligro, cualquier contingencia que se le presentase en el camino.
Y súbitamente, algo se mueve entre los árboles. Tal vez un león, tal vez un tigre...
Toma el arco en sus manos, dispara una flecha, pero nada se mueve...
En puntas de pie se acerca al lugar y ve que se trata de un arbusto seco que crujía por el aleteo de los pájaros...
Y ahora...¡atrás suyo! Se da vuelta hacia sus espaldas y dispara otra flecha que se pierde entre la espesura de los árboles.
De nuevo falsa alarma; era el viento sacudiendo las hojas...
Una comadreja lo volvió a confundir como así también el crepitar de un pequeño foco de incendio que logró controlar y que logró alarmar y engañar a sus sensibles oídos...
Allí se dio cuenta que sólo una flecha quedaba en sus manos. Una última flecha...
Y súbitamente, un bramido que logró paralizar su corazón se escuchó en el aire. Tomó el arco de nuevo en sus manos y entendió sólo allí hasta qué punto debía afinar su puntería y hasta que punto todo dependía de esa flecha...
Una última flecha nos queda en nuestras manos; una última oportunidad llamada Neilá.
Las puertas del perdón se cierran y el tiempo para retornar, que comenzara el primer día del mes de Elul, hace ya cuarenta días, se va consumiendo lentamente.
Ya hemos disparado una flecha, dos, tres, cuatro.
No sabemos si hemos acertado o no, no sabemos si hemos dado en el blanco...
Habrá sido suficiente nuestra Tefilá, nuestra Teshuvá y nuestra Tzedaká...
Hemos rezado como nunca en el año.
Ya es hora de dar descanso a nuestras agotadas cuerdas vocales y comenzar a rezar con el corazón.
Dar vuelo a nuestras últimas plegarias del día, para que ingresen al cielo allí cuando las puertas ya se están cerrando, cuando una minúscula rendija de luz se deja ver al otro lado de esa puerta que lentamente se va cerrando.
Petaj lanu Shaar beet Neilat shaar.
Ábrenos una puerta, Oh Dios, allí cuando la puerta se cierra.
Haiom ifné, haShemesh iavó veIfné. Navoa sheareja.
Aun cuando el día se extingue, y el sol llegue a su ocaso, permanecemos en Tu Santuario.
Tal vez sea este el momento más paradójico de todo nuestro año judío.
El hambre nos doblega, nuestras fuerzas se agotan, pero no nos queremos ir...
Y cuando las puertas se cierran, pedimos una nueva puerta. Sólo una más; la última...
Y damos testimonio ante Dios, por medio de nuestras voces que la última flecha que aun nos queda en la mano será precisa y que nuestra tefilá de Neilá será más sentida que ninguna otra tefilá del año...
Nuestras plegarias comenzar lentamente a ascender. Golpearán las puertas de los cielos y dirán:
Amtzí lanu mejilá besheat haNeilá.
Concédenos Tu perdón oh Dios, en esta hora de Neilá.