Torá en Español
Sukot y Sheminí Atzeret
El tiempo pasa
Si por algo se caracteriza nuestra generación es por sus ansias de negar el paso del tiempo.
Hoy dia ya existen técnicas para que mujeres de 80 años parezcan de 50 y para que hombres de 70 puedan parecer atractivos a mujeres de 30.
Pereciera que quisiéramos tomar en nuestras manos el control remoto de la vida y poner pausa…
Pero el reloj sigue corriendo…No podemos detenerlo.
El invierno sucede al otoño,
La primavera al invierno,
El verano a la primavera
Y el otoño al verano.
Eso nadie puede cambiarlo.
Hasta la piel tiene un límite para ser estirada.
Y es así que llegamos a la festividad de Sukot…
Al inicio del otoño.
Muchos fueron los estudiosos que se preguntaron por qué celebrar Sukot en otoño.
Si se nos dice que Di-s nos hizo habitar en cabañas a nuestra salida de Mitzraim…¡sería más prudente celebrar Sukot en la primavera del mes de Nisan, que en el otoño de Tishrei!
Pero no.
Cuando empieza a refrescar…y el mundo se refugia en el calor del hogar, nuestra tradición nos enseña que tenemos que construir una frágil Suká de ramas y tela para vivir el inicio del otoño a la intemperie por siete días.
¿Por qué? ¿Cuál es la razón?
Sukot, como sabrán, es Jag HeAsif (La fiesta de la recolección).
Es el epílogo del ciclo anual del agricultor, el momento en el cual se junta el producto final del trabajo de un año.
Es también uno de esos momentos en los cuales el agricultor quisiera tomar el control remoto de su vida y poner pausa.
Es el momento en el que se siente fuerte.
Es el momento en el que goza del resultado de la labor del año entero y siente que puede dormir tranquilo…
La Suká le ‘habla’ al judío y le dice: Aquello que a vos te parece tan seguro, firme, duradero y estable, aquello que te deja dormir tranquilo...eso no es más que un castillo de arena, frágil como yo’.
Si uno se pone a analizar, cada uno de los símbolos de la festividad de Sukot gira alrededor de la la misma idea: hacernos tomas consciencia del paso del tiempo.
El techo de la Suká va perdiendo lentamente el verdor de los primeros días: el año que viene tendremos que comprar otro.
La estructura es dañada por la lluvia;
tal vez se oxide si es metálica…tal vez se estropee si es de madera.
El etrog lentamente se irá achicando hasta quedar reducido al tamaño de una nuez arrugada y oscura.
El hadas que va perdiendo hojas,
El lulav que va perdiendo su elegancia y flexibilidad.
Las aravot que se van ennegreciendo.
‘El tiempo pasa’, perece decirle esta fiesta al judío.
‘Tal vez este año la cosecha fue mucha. Pero el año que viene tal vez sea poca…’.
‘Un poco de maldad o egoísmo de un cliente, mala fortuna o pocas lluvias pueden hacer que año que viene tu cara sea otra’.
‘No intentes congelar el tiempo porque el tiempo gana siempre. Viví el momento, no dejes pasarlo. No pongas pausa porque es infructuoso’.
Quiero compartir con ustedes una pequeña reflección que recibí esta semana por mail.
Imaginemos que existe un banco, que cada manana abona en nuestra cuenta la cantidad de 86.400 shekel.
Ese generoso banco, al mismo tiempo, no arrastra tu saldo de un dia para otro: cada noche borra de tu cuenta el saldo que no has gastado.
En cierto modo cada uno de nosotros tiene ese banco; su nombre es tiempo.
Cada manana, este banco abona en tu cuenta personal 86.400 segundos; cada noche ese banco borra de tu cuenta y da como perdida cualquier cantidad de ese saldo que no hayas invertido en algo provechoso.
Ese banco no arrastra saldos de un dia a otro; no permite sobregiros.
Cada dia te abre una nueva cuenta. Cada noche elimina los saldos del dia.
Si no usas tu saldo durante el dia, tú eres el que pierdes. No puedes dar marcha atras.
No existen cargos a cuenta del ingreso de manana: debes vivir el presente con el saldo de hoy.
El reloj sigue su marcha; exprímelo.
Para entender el valor de un año, preguntale a algun estudiante que repitio curso...
Para entender el valor de un mes, preguntale a una madre que alumbro a un bebe prematuro...
Para entender el valor de una semana, preguntale al editor de un semanario...
Para entender el valor de una hora, preguntale a los amantes que esperan para encontrarse...
Para entender el valor de un minuto, preguntale al viajero que perdio el tren...
Para entender el valor de un segundo, preguntale a una persona que estuvo a punto de tener un accidente...
Para entender el valor de una milesima de segundo, preguntale al deportista que gano una medalla de plata en las olimpiadas...
Para entender el valor del tiempo, escucha las voces de esta milenaria fiesta de Sukot y recuerda que el tiempo no espera.