Torá en Español
Parashat Bereshit
Descubriendo la culpa
Desde hace unos meses tenemos, aquí en Ashkelon, una nueva forma para controlar el exceso de velocidad. En las avenidas principales de la ciudad, se han colocado carteles que indican la velocidad del conductor en tiempo real. Si ésta entra dentro de los márgenes permitidos, el cartel nos sonreirá por medio de un "smiley" verde. Pero en caso de sobrepasar el límite permitido, veremos en el cartel un rostro rojo de expresión enojada.
Parece un juego de niños, pero no lo es. Ni bien vi estos carteles, capté lo formidable de la idea. Un simple cartel que anuncia el límite de velocidad nunca podría tener el impacto de estas señales interactivas. Y la razón es que estos rostros logran activar el sentimiento de culpa de los conductores en infracción, algo que una estática señal jamás lograría hacer.
Los sentimientos de culpa no tienen buena fama en este mundo. Sin embargo, estoy convencido de que estos sentimientos –en tanto y en cuanto afloren en dosis razonables- constituyen la base sobre la que se asienta una personalidad estable y una sociedad sensata y humana.
El daño causado por una personalidad o por una sociedad carente de estos sentimientos, es incomensurable. No es necesario que traiga ejemplos de dictadores, tiranos y psicópatas a lo largo de la historia. Sólo basta con dirigir nuestra mirada a lo que ocurre por estos días a pocos kilómetros de la frontera norte de Israel...
Ahora...¿quién fue el que descubrió esta cualidad fundamental del ser humano? ¿Quién es el que conoció por vez primera el poder transformador del remordimiento, la confesión del pecado y el arrepentimiento?
Tal vez se sorprendan al saber, pero quien lo hizo no fue otro que Caín, el primer asesino de la historia de la humanidad, cuya historia leemos esta semana en Parashat Bereshit.
Luego de haber asesinado a sus hermano Hevel, Di-s maldice a Caín:
"‘¿Qué has hecho? La voz de las sangres de tu hermano clama a Mí desde la tierra. Y ahora, maldito seas tú, de la tierra que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando trabajes la tierra, no volverá a dar su fuerza a tí; errante serás en la tierra’. Y dijo Caín al Eterno: ‘Grande es mi delito para sobrellevar" (Bereshit 4, 10-13).
Existe una disputa entre RaSHI y el RaMbaN acerca de la reacción de Caín.
RaSHI sostiene que Caín está formulando aquí una pregunta: ¿Acaso tan grande es mi pecado que Tú no puedes sobrellevarlo? Se sabe que una de las cualidades divinas es ser "Nosé Avon". Di-s tiene la formidable capacidad de cargar con nuestros pecados, si es que nosotros expresamos nuestro sincero arrepentimiento. ¿Cómo es posible –pareciera decir Caín a la vista del comentario de RaSHI- que mi pecado sea tan grande que no tenga yo posibilidad de enmendarlo?
El RaMbaN, no acuerda con RaSHI. A su opinión no se trata aquí de una pregunta sino de una confesión. Está expresión no está enmarcada por signos de interrogación, sino mas bien por signos de admiración. Caín, de acuerdo al RaMbaN admite aquí la gravedad de su falta.
Su postura tiene precedentes en el Midrash. En Bereshit Rabá, se nos cuenta que Caín encontró a su padre, Adam, luego de haber sido sometido a juicio por Di-s. "¿Qué ha sido de tu juicio?", le preguntó el primer hombre. Y Caín le comentó que había hecho teshuvá y logró hacer las paces con Di-s. El primer hombre se tomó la cabeza y dijo: "¿¡Tan grande es el poder de la teshuvá y yo no lo sabía!?" (Bereshit Rabá 22, 13).
Cuando el primer hombre pecó, culpó a su mujer. Ella, por su parte, culpó a la serpiente. Sin embargo con Caín ocurre algo extraordinario. De acuerdo al Rabino Shimshon Rafael Hirsch, dijo Caín: "Si sólo hubiera asesinado a mi hermano, podría soportar mi pecado. Pero no sabía que a través de aquel asesinato me estaba asesinando a mí mismo...".
El primer hombre no mintió; no es ése el punto importante aquí. Tampoco mintió la primera mujer. Todo lo que dijeron era real. La mujer fue la que sedujo al hombre y la serpiente fue la que sedujo a la mujer. Sin embargo, ésto no quita que dicha actitud haya sido fruto de una notable inmadurez. Las personas adultas y maduras, se hacen cargo de sus fallas y no culpan al vecino.
El padre de Caín fue el primer hombre, pero se comporta como un niño. El primer HOMBRE es Caín ya que sabe hacerse cargo de sus fallas y reconoce que poseemos un enorme potencial para cambiarle el rumbo a nuestras vidas, si tomamos la misión con responsabilidad.
¡Cuán buena es la culpa cuando aflora en una medida justa!
La culpa se parece en muchos aspectos al dolor corporal. El dolor físico es indispensable para nuestra supervivencia. Imagínense un hombre mordido por una serpiente venenenosa, que no sabe que ha sido lastimado. Imaginen un hombre que no sabe que se está quemando. Sin embargo, el cuerpo nos avisa del riesgo por medio del dolor.
Los sentimientos de culpa no tienen buena fama en nuestro mundo, pero posiblemente nunca lograríamos ser personas normativas sin ellos. Jamás sabríamos cuánto afecta a nuestra alma una conducta errada.
Por ello, la próxima vez que vean por la calle un rostro enojado de luces LEDS coloradas, sonrían (aun cuando no sean correspondidos por el cartel).
Y si sacan el pie del acelerador por un segundo, sepan que eso es consecuencia del descubrimiento de Caín.
Y lo más importante, sepan que esto salva vidas. También la nuestra.